Carolina Llanos, Mujer Rural desde la cuna
Carolina Llanos, oriunda de El Bobadal, Santiago del Estero, nació en Tucumán simplemente porque les resultaba más próximo a sus padres para traer un hijo al mundo. El pueblo, cercano a los límites de la provincia, tiene mejor acceso a San Miguel de Tucumán que a la capital, actualmente desde El Bobadal no hay transporte directo a la capital de Santiago. Carolina es la segunda de cuatro hermanos y la única mujer, se crio en una familia de trabajadores rurales, su madre viajó de niña a la ciudad de Buenos Aires y volvió con la mayoría de edad al pueblo para trabajar en el campo, pero rápidamente con la maternidad, Ester entendió que debía seguir sus estudios para poder ayudar en la casa. Mientras el padre de Carolina trabajaba en el campo y su madre se alejó para estudiar enfermería, Carolina y sus hermanos quedaron al cuidado de su abuela, su “mama”, así sin acento, como le decían ellos a la abuela “Sarca”, que también era un apodo con el que la conocía todo el pueblo a Perfecta.
Fue su abuela quien crio a los hijos de esta pareja joven, Ester se recibió de enfermera y estaba de acá para allá según las necesidades que se presentaban en distintos pueblos de la zona, mientras que el padre de Carolina- como trabajador rural – migraba a las distintas cosechas para que no falte la comida en la mesa.
La infancia de Carolina y sus hermanos tuvo muchas dificultades, ausencias, distancias, obstáculos, pero no bajaron los brazos. Fueron Sarca y Ester, cada una a su manera, el ejemplo de superación y valorización de la educación que recibieron siempre. Tal vez por ellas, por su testimonio, Carolina Llanos trabaja hoy incansablemente por una realidad mejor para los hombres y mujeres de campo. Trabajadores, trabajadoras y sus familias.
Carolina, ¿Cómo era ir a la escuela para ustedes?
Cuando vivíamos con mi abuela mis hermanos y yo caminábamos 13 kilómetros para ir a la escuela, íbamos y veníamos caminando. Cuando mi mamá volvió, ya recibida de enfermera, fue difícil volver a reconectar, pero lo hicimos. Igualmente fue una etapa donde, con su trabajo, teníamos que migrar con ella. Le tocaba trabajar en distintas postas sanitarias y cuando consideraba que no era conveniente que estemos con ella, volvíamos a vivir con nuestros abuelos. Siempre estábamos muy adentro del campo, muy en el monte. Yendo a escuelas rurales, los vínculos y las amistades terminaban siendo muy difíciles porque siempre nos estábamos mudando.
¿Las distancias eran un obstáculo constante?
Si, viajábamos mucho, muchas veces a dedo para no gastar o porque no había transporte disponible. Mi madre insistía en que nunca dejemos de estudiar porque eso era lo único que nos podía dejar, la educación, para poder defendernos en la vida.
El primer año del secundario lo hice en un colegio agro técnico de Pozo Hondo, en Santiago del Estero, pero era muy difícil porque tenía que quedarme quince días o más por una cuestión económica; pero al año siguiente se abrió un colegio en una localidad de Tucumán, de una cooperativa de pequeños productores, más cercano a mi casa, vuelvo a vivir con mi mamá y así pude hacer la secundaria viajando todos los días.
¿Cómo fue después de terminar el secundario?
Tenía que pensar en cómo seguía, qué estudiaba… nosotros desde chicos en las vacaciones y durante los fines de semana hacíamos trabajo rural. Éramos chicos, pero colaborábamos con eso, con mis abuelos, con mi papá, había que ayudar para juntar plata para sobrevivir. En esa época, teníamos para cosechar maíz, soja y sorgo. Lo que más sufrí de esos trabajos fue la cosecha del sorgo porque no usábamos guantes y cortábamos con un cuchillo la espiga y nos lastimaba.
¿Desde qué edad hacían eso?
Empezamos a los diez u once años a colaborar así y nunca dejamos de hacerlo mientras estudiábamos. Siempre había que estudiar, cuando no estábamos estudiando nos sumábamos al trabajo.
¿Cómo te empezaste a involucrar en el sindicalismo rural?
Empecé a involucrarme acompañando a mi papá, con alguna acción puntual, con algún cartel. Eso me empezó a despertar el interés por el tema sindical. Pero mi papá no aportaba a la casa, ya que él no ganaba nada. La que traía la plata a casa era mi mamá. Mi casa era un matriarcado, por mi abuela y mi madre, por el carácter y la fortaleza. Mi papá decía siempre que en lo suyo era especialista, pero en su casa no tenía voz ni voto.
¿Cómo era la relación con tus hermanos?
Yo tenía una relación muy fuerte con mi hermano mayor con quien me llevaba menos de dos años, pasamos cosas muy fuertes. Cuando éramos chicos mi papá era alcohólico hasta mis doce años y la pasábamos muy mal, es una enfermedad que nos marcó a todos. Con mi hermano nos cubríamos y nos cuidábamos entre nosotros. Hoy mi padre sigue diciendo desde entonces “soy un alcohólico en recuperación”.
Cuando terminé la secundaria no decidía qué hacer y empecé a trabajar de maestra rural. Con el titulo secundario en esa época se podía trabajar en las escuelas rurales. Es algo bastante extraño ya que debería tener una formación para enseñar a los chicos.
Fíjate que inequidad, porque cualquiera podía dar clase, yo tenía orientación comercial. Volví a los diecisiete años a la misma escuela a la que caminaba trece kilómetros para estudiar como maestra de primer grado. Estamos hablando de un nivel en el que no había jardín. En esa escuela la directora me enseñó a dar clases.
A mitad de año se abrió un centro de formación para docentes rurales en un pueblo vecino, me inscribí y pude dar clases en otra escuela para poder solventar los gastos y ayudar en casa. Así fue cómo finalmente me recibí de profesora para la enseñanza primaria rural. Ese fue mi gran logro, implicó mucho sacrificio, viviendo sin arraigo.
¿Cuándo llega la UATRE?
Antes de recibirme yo lo conozco al “Momo” Venegas acá en Buenos Aires. Vine en una época en que mi padre estaba con una gran desilusión, la información no nos llegaba muy clara en aquella época, los medios de comunicación eran escasos, no había telefonía fija. Mi papá por entonces estaba triste porque entendía que una vez más al sindicato lo habían tomado. Por esa época era algo que pasaba con frecuencia.
Yo llego a Buenos Aires buscando trabajo, y consigo como empleada doméstica, trabajaba dos o tres meses para pagar cuentas, el almacén, la libreta. Ahí lo conozco a “Momo” y me entero de que no era que se había tomado la UATRE, sino que Gerónimo había acabado de asumir y que había ganado las elecciones. Un trabajador rural a cargo de los trabajadores rurales.
Esa temporada, después de trabajar me volví para terminar de estudiar y cuando terminé mis estudios regresé a Buenos Aires.
Empecé a trabajar en la obra social que era por entonces ISSARA, siempre desde donde estaba me ocupaba de los trabajadores, de las familias, si había un reintegro dónde tenían que ir a cobrarlo, me empecé a involucrar en la seccional de El Bobadal, me empapé cada vez más y con el tiempo comencé a coordinar un programa de alfabetización y también formé parte de la comisión administrativa de El Bobadal.
¿Te involucraste muy directamente con el programa de alfabetización?
Si claro. Mi abuela no sabía leer ni escribir y a mi me tocó viajar con ella a la ciudad, ser sus ojos, leer por ella. En general la gente no dice “no sé leer”. Mi abuela era una mujer muy inteligente que no sabía leer ni escribir. Entonces cuando desde la UATRE se brinda un curso para ayudar con la alfabetización, yo lo sabía porque conocía con nombre y apellido quienes estaban en esa situación.
“Me involucré fuertemente y terminé siendo la coordinadora de ese Programa de alfabetización que llamamos PAR, un nombre que además de ser la sigla de Programa de Alfabetización Rural, habla a las claras de hacer más pareja las realidades de todos los trabajadores rurales”
Carolina Llanos
Para mí el programa de alfabetización fue como un hijo con el que estuve por diez años. Después hubo un cambio cuando entré en el secretariado, éramos nueve mujeres congresales sobre más de quinientos. Allí se crean tres nuevas secretarias, la de Cultura, Deporte y Capacitación; la de Relaciones Institucionales y la de la Mujer. Esto ocurre en el año 2004 donde me designan interinamente en la Secretaría.
¿Te sorprendió la designación?
Yo digo que estaba ahí, que me conocían del trabajo en el programa de alfabetización y me tocó a mí. La verdad es que al principio no sabía qué hacer, yo solo podía sumar el hecho de venir de una familia que como me gusta decir, era un matriarcado. Me tomó un tiempo ver de qué se trataba.
Armé un punteo y lo presenté, pero me dijeron que siga con el programa de alfabetización, sin embargo, yo pedí trabajar con lo que se me había designado. Seguí con los centros de alfabetización y sumé mi proyecto. Así empecé a trabajar con las mujeres, hacer crecer redes por todo el país, tenía los contactos por el programa de alfabetización. Armamos la red de mujeres y seguimos trabajando con esa red. Diseñamos programas, fuimos viendo qué hacía falta, nos fuimos haciendo, aprendimos muchísimo incluso cosas hasta de mi misma.
En un sector tan machista como el agro, ¿el sindicato hace punta en la lucha por la igualdad?
Yo creo que sí, hay que ayudar a las mujeres. Durante mucho tiempo fui la única mujer en el secretariado nacional y tuve que aprender a manejarme en la dirigencia nacional, conocer a mis compañeros y saber usar las herramientas. Lo que me costó mucho fue lograr el vínculo con las mujeres del sector empleador, nunca logramos trabajar en conjunto.
Soy una agradecida a todas las mujeres con las que trabajé, crecí y aprendí. Cada vez que nos encontrábamos, descargábamos nuestras mochilas, compartíamos nuestras vivencias y nos potenciábamos con el trabajo y la formación.
Octubre, mes de la Mujer Rural, qué significa para vos?
Cada 15 de octubre es una fiesta cuando todas las integrantes de la red nos encontramos, crecimos mucho y seguimos creciendo. Todo esto me permitió viajar mucho por el país y conocer a casi todos los dirigentes rurales. Hoy la Secretaría de Igualdad de Oportunidades y Género está en manos de Adriana Ibarra, una compañera que trabaja incansablemente en pro de las trabajadoras rurales.
Gracias Carolina!
Carolina Llanos tiene dos hijos, Rosario y Ezequiel. Su hija Rosario la hizo abuela de Zahira y Meissa, es actualmente la secretaria de actas, prensa y propaganda de la UATRE y además es la primera mujer en integrar el directorio del RENATRE. Reconoce la grandeza de José Voytenco en valorar su trabajo sin importar el género. Es incansable, dedicada y fanática de lo que hace. Es una santiagueña que sabe de nacer, vivir, y hacerse en el campo, que conoce el trabajo rural desde abajo y que entiende de las necesidades que tiene una Mujer Rural.
Se llama Carolina Llanos, con el ejemplo de Sarca y Ester, con la pasión por la educación y el amor por el campo, sin dudas viene allanando el camino de las que sucedan a estas primeras mujeres en la dirigencia rural.
Fuente: Horizonte A Digital