Taller “Los Tanos”: historia del oficio familiar

Angel Storniolo tiene 71 años, mirada noble y manos de artesano y desde que tiene 28 años, se dedica a arreglar todo tipo de zapatos, oficio que compartió con sus hermanos y ahora, con sus hijos.

El lugar en donde trabaja no tiene un gran cartel que lo anuncie, no hace falta. Todos los santiagueños saben cómo llegar al taller de zapatos ”Los Tanos ” que funciona hace más de cuarenta años en la ciudad y al que acuden personas de todos los escalafones sociales.

En el transcurso de sus cuatro décadas funcionando, pasó de estar más de treinta años frente de la Clínica Yunes,cuando los dueños del local quisieron venderlo, tuvo que trasladarse a la calle Córdoba, donde pasó una década hasta que problemas en el sistema de cloacas que pasaba por su vereda los obligó a cambiar de locación y el taller “Los Tanos” desembarcó finalmente, en su ubicación actual (Av, Libertad, antes de llegar a Entre Ríos) donde se encuentra funcionando desde hace siete años.

La historia del taller es particular y está cargada de tradiciones familiares y esfuerzo. Todo comenzó cuando sus padres con dos de sus hermanos llegaron a la provincia desde Sicilia, Italia en busca de una nueva vida. En Santiago del Estero tuvieron dos hijos más: Ángel y Antonio.

Cuando Sebastian,el mayor, tenía 9 años, comenzó a trabajar como ayudante en una zapatería. Le encantaba el trabajo y esperaba con ansias cada sábado, día en que Don Abraham,el dueño del almacén del barrio, le pedía que le lustrara las botas y le pagaba con un sanguche de mortadela grande. Con el tiempo, le enseñó el oficio a sus hermanos menores pero sus padres tenían una política estricta: mientras estudiaran no tenían que trabajar. Su padre, se encargaba de todos los gastos de la familia trabajando como vendedor ambulante:ofrecía, en su bicicleta, maní y helados.

Cuando se hicieron mayores, los hermanos Storniolo estudiaron música y entraron en la banda de música de la policía. Cuando volvían de aquel trabajo, se dedicaban a arreglar zapatos hasta las 2 o 3 de la mañana.

En este punto de la conservación, el zapatero recuerda aquellos tiempos de su juventud y cuenta, a modo de anécdota y como quien no termina de admirarse por los giros de la vida: como mi padre, yo también he salido a vender helado en la bicicleta. Recién entraba en la banda de música de la policía, me había casado y la plata no me alcanzaba. Cuando salía a vender, salía con un pariente y el siempre decía, cuando nos sentábamos a tomar una gaseosa después de tanto pedalear, que algún día íbamos a poner una heladería. Y la puso. Es Jose Rampulla, dueño de Cerecett.

Más tarde,los hermanos se asociaron comercialmente y compraron el taller donde funcionaba la zapatería OyN y pusieron su propio taller.

Durante la época del uno a uno cuando la economía del país flaqueó−recuerda Ángel−el menor de los hermanos se retiró de la sociedad. Con el mayor de los tres, continuaron trabajando codo a codo unos años más, hasta que Sebastían, que ahora tiene 82 años, le dejó su parte del negocio familiar, diciéndole “te lo doy para vos y para tus hijos, para que el día de mañana sigan la tradición”.

En la actualidad es Ángel el único de sus hermanos que continúa con el oficio y se encarga, diariamente, de ayudar a los santiagueños a la hora de remendar zapatos Asegura que ama su oficio y que éste no lo cansa, incluso que el trabajo lo reconforta en momentos difíciles como el duelo que atraviesa desde hace un año: su esposa falleció luego de 47 años de casados. Sin embargo, Ángel cuenta que su vida es una hermosura. Tuvo cuatro hijos, a tres de ellos les enseñó todo lo que sabe, y además tiene nueve nietos a los que ama con devoción y confiesa que son quienes le dan continuidad y felicidad a su vida. El apellido Storniolo es como el perejil- dice- no para de crecer y nunca se va a terminar.

A ellos quiere dejarles su legado, quiere que su oficio no se pierda y que aquellos a quienes ama, puedan ejercerlo porque asegura que si se es responsable y honrado se puede vivir de él y muy bien.

Mientras tanto, Angel asiste todos los días, llueve o truene, a su taller y jura que así lo va a hacer hasta que su salud se lo permita, porque además de ser fanático de Mitre, es fanático de su profesión.

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