Claudia Moyano será reconocida en los premios la Mujer del Año por su labor benéfico

Claudia Emilce Moyano será galardonada en los premios La Mujer del año por su labor humanitario en Loreto y el interior provincial. El evento, organizado por Gurnier Producciones tendrá lugar en el Club Sasha el próximo domingo 9 de octubre a partir de las 21 horas.

Claudia nació el 3 de agosto de 1961 en Buenos Aires, luego de sufrir maltratos de su padrastro y casarse a muy temprana edad, decidió dejar atrás esa vida y escapar junto a sus hijos a Santiago del Estero, precisamente a Loreto. Allí comenzó su peregrinaje buscando vivienda, “llegué a dormir en el suelo, pero una familia nos rescató. Era un empleado del ferrocarril quien nos llevó a un departamento del barrio centro; nos dio cobijo, baño, comida, cama y jamás me cobró nada hasta que por peleas de chicos me tuve que ir”, comentó.

En el terreno que consiguió hizo un rancho con madera prestada, ladrillos y barro, “me mudé con mis hijos y el segundo día que llegué salí con una prima a buscar trabajo. Me pagaban a razón de medio kilo de pan por día. Todos los días después de llegar del trabajo continuaba construyendo mi rancho”, mencionó.

Vivió en el polideportivo municipal casi un año hasta que el intendente a cargo les hizo una casa en el barrio oeste donde comenzó junto a sus hijos y quien fue su pareja en ese tiempo.

Uno de sus más grandes logros fue que creó un jardín para niños de la zona, “yo veía que no iban porque tenían que cruzar la ruta nacional 9 y en ese momento se me ocurrió hacer un jardín precario con el propósito de ayudarlos mientras trabajaba mi voz. Fue así que pedí sugerencias y después de consultarlo con autoridades comencé el trabajo en la instalación de la capilla Santa Inés “.

En marzo del año 1989 comenzó sus estudios secundarios con el único fin de darle a sus hijos una vida mejor y así comenzó con otra tarea: “nos donaron un tronco que hicimos mesitas y sillitas, con estas se realizó dos loterías grandes que se recaudó dinero para los gastos de tela en guardapolvos de los niños. Una de las hermanas de la parroquia cortó y cosió y las catequistas bordaron los nombres. Así comenzó el jardín en la capilla en una sala que había que desmontar todos los días hasta nos mudamos a el terreno propio del jardín”, comentó.

Claudia continuó trabajando en comedores del interior de la provincia y pese a su difícil infancia y los duros golpes de la vida nunca bajó los brazo: “conocimos el hambre, el frío, el desinterés y el desamor pero también el amor por el prójimo, el amor de personas que con nada me ayudaron mucho”, finalizó.

 

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