La historia del “Doctor Muerte”: operaba drogado y dejó lisiados a más de 30 pacientes

Christopher Duntsch se graduó en Tennesse y trabajó en varias ciudades norteamericanas. Su bisturí era un arma mortal. Confesó que operaba usando el tacto y no la vista. Según sus colegas, se presentaba a las rondas médicas en condiciones deplorables.

La fiscal dijo: “Van a escuchar que la carnicería que causó no fue un error, un accidente o simplemente una negligencia… y él estaba al tanto de todas las lesiones que había causado a estos pacientes, y sabía de lo que era capaz, y sabía que al próximo paciente con el que se encontrara lo iba a mutilar, paralizar o matar”.

El hombre no podía sobrellevar su vida sin consumir opiáceos, es decir drogas para el dolor. Cualquiera de ellas, hidrocodona, hidromorfona, meperidina, oxicodona, morfina, entre otras, pueden causar dependencia física. El paciente, llamado Lee Passmore, de 36 años, los utilizaba para disminuir el dolor que comenzaba en su espalda y se irradiaba hacia cada una de sus piernas. Passmore pensó que la cirugía tal vez eliminaría los dos problemas, o sea la causa de sus dolores y, como consecuencia, su dependencia de los narcóticos. Su médico, sin embargo, se lo desaconsejó.

(Duntsch en una foto de su época de estudiante de Medicina)

Christopher Daniel Duntsch

No obstante le dio la tarjeta de un neurocirujano que aplicaba técnicas innovadoras llamado Christopher Daniel Duntsch. Este era un hombre de más de 1,80 de altura, nariz redonda, ojos azules y pelo corto. Había querido ser jugador de fútbol americano pero descartó la idea y pensó en dedicarle su vida a la medicina. Hablaba rápido, era engrupido y solitario. Siempre decía, y no tan por lo bajo, que era el mejor neurocirujano. Siempre tenía el tono adecuado para cada paciente, siempre tenía un plan, siempre tenía un procedimiento quirúrgico que podía funcionar. Los pacientes le tomaban cariño. Sus colegas de la ciudad de Dallas lo recomendaban. Era un tipo que caía bien… de entrada.

El cirujano vascular Mark Hoyle trabajó con Duntsch en la cirugía del paciente Passmore. Era la primera vez que se veían. “Pensé que era muy pero muy bueno, o simplemente muy pero muy arrogante”. La intervención quirúrgica a Passmore, se realizó el 30 de diciembre de 2011, en el Centro Médico Regional Baylor, de la ciudad de Plano, en el norte de Texas. Esa fue la primera y última vez que Duntsch y Hoyle trabajaron juntos.

Hoyle fue quien debía hacer la incisión inicial, apartar los vasos sanguíneos y los órganos para que Duntsch accediera a la parte baja de la columna para extirpar una hernia de disco que presionaba un nervio y le provocaba dolor al paciente. Hoyle hizo lo suyo y mientras intervenía Duntsch vio que había mucha sangre que provenía de los vasos espinales. Tuvo escalofríos cuando vio a Duntsch cortar un ligamento alrededor de la médula espinal que normalmente no se toca en la cirugía de espalda. Christopher siguió como si nada estuviera ocurriendo y solamente dijo que estaba trabajando con el tacto y no con la vista.

Anunció que retiraría el ligamento que separa el disco del canal espinal. Este ligamento longitudinal posterior es uno de los dos principales estabilizadores de la columna vertebral. Está a menos de un milímetro del canal espinal (que es el conducto donde están contenidos la médula con sus cubiertas y sus raíces nerviosas, así como los vasos). Retirar ese ligamento era una locura. Hoyle, muy enojado, se puso delante de Duntsch para que no pudiera proseguir. “¡Tenemos que hablar de esto! ¡Esto es peligroso!”, le dijo. Duntsch se apartó y Hoyle pudo detener el sangrado y limpiar la herida. La operación siguió. Duntsch colocó un dispositivo (jaula quirúrgica) donde estaba el disco para ensanchar la abertura alrededor de las raíces nerviosas y aliviar la presión que causaba el dolor. Pero lo colocó mal, fuera del lugar correspondiente. Cuando Duntsch quiso moverlo a la posición correcta quitó un tornillo del dispositivo y éste ya no se pudo mover. Lee Passmore quedó con dolor crónico y muchas dificultades para caminar. Hoyle, por su parte, canceló las otras cuatro cirugías que tenía programadas con Duntsch y juró nunca más operar con él.

La “actuación patética” de Christopher Daniel Duntsch y su íntimo amigo

En 2012, Barry Morguloff fue a ver a Duntsch. Se había lesionado la columna en su trabajo de descarga de camiones. El neurocirujano le dijo que la solución era la fusión espinal, cirugía destinada a conectar dos vértebras de la columna, lo que elimina el movimiento entre ellas. Se debía colocar hueso o un material similar en el espacio entra las dos vértebras. Se podían utilizar placas o tornillos para sostener juntas las vértebras. Esta vez lo ayudaría el veterano neurocirujano Randall Kirby. Duntsch cortó la arteria vertebral del paciente y tuvo muchas dificultades para colocar la placa de metal en el lugar correcto.

(Jerry Summers, una de las vìctimas de Duntsch)

“Su actuación fue patética”, aseguró Kirby. Morguloff perdió la sensibilidad de la pierna izquierda y tuvo dolores como nunca antes. Se había quedado con fragmentos de hueso de las vértebras alojadas en los nervios de la espalda. El dolor era tal que quiso suicidarse. Probó disparándose con una nueve milímetros. “No lo hice por mi esposa y mi hijo”.

Jerry Summers, amigo íntimo de Duntsch tenía un dolor crónico en el cuello a causa de un accidente automovilístico. Se mudó de Tennessee a Texas para que lo operara su amigo. Duntsch colocó tanta espuma de gel anticoagulante que estrujó la columna vertebral y le quitó tanto hueso que la cabeza de Summers ya no quedó segura sobre su cuerpo. Summers se despertó paralizado de la cintura hacia abajo. Tampoco podía mover los brazos. El dolor que sentía era indescriptible. A Jennifer Miller, su novia, le dijo en un hilo de voz: “¡Matame, matame, quiero morir!”. Tetrapléjico, Summers finalmente murió.

Los desastres de Christopher Daniel Duntsch

Después de la horrosa cirugía de Summers, el neurocirujano recibió la recomendación de realizar sólo procedimientos menoresKellie Martin fue su primera paciente después de que el médico superara una evaluación psicológica. Kellie era bibliotecaria en una escuela. Tenía pensado ir de vacaciones a la isla caribeña de Antigua. Pero se había caído de una escalera cuando sacaba adornos navideños. Necesitaba cirugía para reparar un trozo de disco roto que comprimía los nervios de su espalda y le provocacaba dolor. Duntsch le cortó un vaso sanguíneo y le hizo un agujero en la vena, provocando que se desangrara hasta morir en el mismo quirófano.

En julio de 2012, el médico atendió pacientes en el Dallas Medical Center. Allí conoció a Floella Brown, de 64 años, una empleada bancaria a punto de jubilarse, que esperaba aliviar su dolor de espalda que empeoraba cada día. Durante la operación, Duntsch se quejaba de que había mucha sangre y no podía ver bien. Floella salió con vida de la operación. Recibió a su esposo, a su hijo y a su nieta. Pero horas después, durante la madrugada, convulsionó y perdió el conocimiento. A Duntsch no se lo pudo ubicar por ningún lado durante horas. Llegó tarde al hospital, con un aspecto muy desaliñado y con la misma bata que había usado durante tres días, que tenía un gran agujero a la altura de la nalga. En lugar de atender a la señora Floella, que estaba en terapia intensiva, entró al quirófano a realizar otra cirugía. La señora Brown murió por un derrame cerebral.

Mientras Brown moría, Duntsch operaba a Mary Efurd, de 53 años. Sin embargo, en lugar de prestar atención a los procedimientos a los que sometía a esta nueva paciente, hablaba con los enfermeros de abrir el cráneo y llegar hasta su cerebro cuando el problema de Efurd estaba en su columna. A Duntch, le costó colocar un tornillo en el hueso de la paciente y cuando lo hizo lo puso sobre un músculo. El músculo apenas lo sostenía. Se podría decir que el tornillo estaba tambaleando de aquí para allá. Duntsch amputó la raìz nerviosa de Efurd y puso otro tornillo en la raíz nerviosa S1. Esta es la primera raíz nerviosa que sale del hueso sacro, más abajo de la zona lumbar. Todas las personas presentes en el quirófano le dijeron que estaba operando mal, pero Duntsch se negó a escuchar. Cuando finalizó y se retiró del lugar, los ayudantes médicos, instrumentistas y enfermeros dejaron los eqiuipos en su sitio porque era seguro que otro cirujano debería reparar las lesiones que habìa provocado Duntsch.

Los responsables del centro médico llamaron al cirujano Roberto Henderson, que debió reabrir la herida. Lo que vio lo dejó pasmado. Mientras, el personal del centro tomó declaración a todos aquellos que participaron de la cirugía de la señora Efurd y dieron aviso a su departamento legal. Henderson mismo, que apenas pudo poner algo de orden en la espalda de la mujer, al salir del quirófano envió una fotografía de Duntsch a la Universidad de Tennessee para que le digan si lo reconocían y si era el mismo Duntsch que se había entrenado allí. Cuando la universidad confirmò que era el mismo hombre, Henderson dijo: “Un médico de verdad hizo eso”. Mary Efurd despertó con fuertes dolores e incapacidad para mover sus piernas. Hoy pasa sus días en silla de ruedas.

Marshall “Tex” Muse tenía una enfermedad degenerativa de disco. Al despertar sintió terribles dolores. Fue tal la cantidad de analgésicos que le recetó Duntsch que Muse se volvió adicto. Lo que había pasado en el quirófano fue que Duntsch nunca le colocó el tornillo nercesario en la columna sino que lo dejó flotando entre la columna y el tejido muscular.

Jacqueline Troy apenas podía respirar después de que Duntsch le cortara sus cuerdas vocales y una de sus arterias en diciembre de 2012. Durante la cirugía, el esófago fue inmovilizado debajo de una placa cerca de su columna y el médico le había hecho agujeros en la tráquea. Se quedó con una sola cuerda vocal.

Philip Mayfield, fue camionero durante veinte años y padecía dolor de espalda crónico. En la sala de operaciones, Dutsch le dañó su médula espinal de manera irreversible y le dejó, además, un dolor mucho más intenso que le provocaría desmayos frecuentes.

Jeff Glidewell, con dolor de espalda a causa de un accidente de moto, esperó tres horas más a la señalada para su intervención porque Duntsch no llegaba. Cuando apareció estaba sucio, ojeroso, con aspecto de abandono. La cirugía se realizó, nomás y el resultado fue igual al de los anteriores casos de Duntsch. Al despertar Jeff no se podía mover ni hablar y sentía dolores tremendos. Duntsch le había dicho a Robin, la mujer de Jeff, que debió suspender la cirugía porque descubrió un tumor que podía ser cáncer. Pero los médicos que revisaron luego a Jeff comprobaron que no tenía ningún tumor. Lo que había ocurrido fue que Duntsch hizo mal la incisión, es decir en el lugar equivocado. Le hizo un agujero en el esofago “del tamaño de un dólar de plata”, le sacó un nervio, le cortó una arteria y le dejó una esponja dentro del cuerpo. La esponja no la sacó porque de hacerlo el paciente hubiese muerto desangrado y no era cuestión, para Duntsch, de ser tan evidente.

Los 33 pacientes de Christopher Daniel Duntsch

Todos estos casos ocurrieron en un corto período, entre 2011 y 2013. Durante esos años atendió a treinta y siete pacientes de los cuales treinta y tres terminaron con lesiones durante o después de pasar por su bisturí, convertido en un arma mortal. Duntsch era un cirujano tan malo que era un criminal. O un criminal convertido en un mal cirujano. Dos de sus pacientes murieron en el hospital donde fueron intervenidos. “La única forma de que estas calamidades sucedan es porque todo el sistema le falla a los pacientes, todos los controles y contrapesos se van por la venta”, dijo el médico Charles Bagley, director del programa de cirugía neurológica de columna de la Universidad de Texas Southwestern Medical Center. Agregó que a Duntsch nunca se le debería haber permitido entrar a un quirófano.

Christopher Duntsch nació en Montana en 1971, hijo de una maestra y de un fisioterapeuta. Era el mayor de cuatro hermanos de una familia de clase media acomodada. Los Duntsch se trasladaron la ciudad de Memphis donde estudió en la Universidad de esa ciudad. Se graduó en 1995 y se inscribió en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Tennessee. En esa misma institución hizo su residencia quirúrgica, cinco años en neurocirugía y uno en cirugía general. En total completó menos de 100 cirugías cuando los residentes participan en más de 1000. Dijo haber obtenido un doctorado en microbiología en el prestigioso St. Jude Children`s Research Hospital, pero era una mentira, pues con el tiempo quedarìa al descubierto que Christopher era un gran mentiroso. Entre 2006 y 2008, se recogieron testimonios de amigos y conocidos que revelaron que consumía LSD y cocaína y que se presentaba a las rondas médicas en condiciones deplorables.

A pesar de todo, Duntsch se unió al Baylor Regional Medical Center en Plano como cirujano de columna con un salario de 600.000 dólares por año. Confeccionó un curriculum de doce páginas a un espacio pero no obstante no causó una gran impresión entre sus colegas. El veterano cirujano Rabndall Kirby recordó que se jactaba de sus habilidades pero a criterio de Kirby, Duntsch “no podía manejar un bisturí”.

Christopher Daniel Duntsch y la Justicia

Con el tiempo y empujado por sus terroríficas intervenciones quirúrgicas, debió renunciar al Baylor de la ciudad de Plano y luego al Centro Médico de Dallas. Trabajó en otras clínicas privadas y continuó siendo el autor de daños gravísimos en la salud de sus pacientes. El propio cirujano Kirby escribió una queja a la Junta Médica de Texas definiéndolo como un médico discapacitado, un sociópata que debía dejar de ejercer la medicina. Luego de una investigación de diez meses, su licencia N8183 fue suspendida en 2013 y en diciembre de ese año fue revocada permanentemente. Pero Kirby y los neurocirujanos Henderson y Martin Lazar interesaron en el caso Duntsch a la fiscalía penal de Dallas.

Duntsch se mudó a Colorado. Estaba en bancarrota. La policía lo detuvo en enero de 2014 conduciendo con dos de sus neumáticos averiados y totalmente borracho. Cada tanto volvía a Dallas. En abril, lo detuvieron en esa ciudad por robar mercadería de una tienda. Salía llevando en un carrito algunos relojes, anteojos de sol, corbatas de seda, equipo informático, walkie-talkie, un perfume y un par de pantalones.

Esta es una de las pocas veces en la cual los médicos declararon contra un colega, y debían considerarlo tal porque la Universidad de Tennessee respondió a todos los informes que solicitaron conocer la ficha de Duntsch que esa información era confidencial y que “estaba todo en orden”.

La cuestión que se les planteaba a las fiscales Stephanie Martin, Jaclyn Lambert y Michelle Shughart, que tomaron los casos, era demostrar que la serie de cirugías horribles de Duntsch eran producto de la mera negligencia o si constituían un delito. Hubo un empujón que terminó de consolidar la acusación. Dieron con un testigo esencial que podía mandar a Duntsch a prisión. Se trataba de Kimberley Morgan, que había sido asistente quirúrgica de Duntsch desde agosto de 2011 hasta marzo de 2012 y, además fue su novia en ese período. Kimberley lo describió como una personalidad frívola y veleidosa, oscilando entre ser amable y cariñoso con los pacientes a estar enojado y confrontarlos.

Kimberley tenía un correo electrónico que Dutsch le había enviado la mañana del 11 de diciembre de 2011, tres semanas antes de que operara al señor Lee Passmore en Baylor Center, o sea el primero de sus desastres quirúrgicos. El titulo o asunto del mail decía: “Navaja de Occam”. La navaja de Occam es la idea de que la explicación para cualquier problema es siempre la más sencilla y menos rebuscada. El correo tenía cinco página con insultos y divagaciones hasta que Kimberley leyó el pasaje escandaloso que era el que más interesaba al caso de la fiscalía. Se leía: “Estoy listo para dejar el amor, la bondad y la paciencia que mezclo con todo lo que soy y convertirme en un asesino a sangre fría”. Este párrafo del mail ayudaría luego a que el jurado comprendiera la intención del médico y su desidia inicial por mejorar sus conocimientos sobre las prácticas quirúrgicas y su entrenamiento como cirujano.

La preparación de la acusación fue frustrante para las fiscales. Pudieron reunir pruebas para acusarlo de cinco casos de agresión agravada con un arma mortal y un cargo de lesiones. Era una desilusión para ellas porque habían identificado treinta y seis casos de personas que habían sido lastimadas por el bisturí del “Dr. Muerte”. Entre ellas se encontraba Kellie Martin, que se desangró hasta morir, el de Floella Brown, a quien le cortó una arteria vertebral y le provocó una hemorragia y un derrame cerebral que luego la mató, además de los que dejó lisiados de por vida.

Dutsch fue acusado de aquellos seis cargos pero solamente fue juzgado por uno de ellos, el de la señora Mary Efurd. El arma mortal, dijeron las fiscales, eran las manos del acusado. Dutsch fue detenido el 21 de julio de 2015 y su juicio por los daños contra Mary Efurd comenzó el 2 de febrero de 2017. De todos modos, lo que hizo la fiscalía de Dallas no tenía precedentes. Juzgaron a un médico por herir a su paciente en la sala de operaciones, pero a lo largo del juicio se ventilaron todos los casos en los cuales se comportó de igual manera con casi todos sus pacientes.

Efurd fue la primera en declarar durante el juicio. Relató su experiencia cuando se despertó de la cirugía, de la inmovilidad y del dolor desgarrador, de lo que se enteró que le hizo, que le amputó una raíz nerviosa, que le giró un tornillo en otro nervio y que le dejó otro suelto en su espalda, y que el acusado le dijo, en medio de su tormento, que la operación había salido muy bien y que programaría otra para dentro de poco a fin de completar la curación. Concluyó su narración afirmando que pasa sus días lisiada. Luego, las fiscales hicieron pasar al frente a las víctimas de Duntsch y se formó una larga y penosa fila de personas de diferentes edades que se desplazaban en silla de ruedas, con bastones, andadores, auxiliadas por sus familiares. Muchos aún necesitaban cirugías para reparar las heridas ocasionadas por el acusado.

En su alegato final, la fiscalía dijo que hubo tres factores que colaboraron para que Duntsch dañara a tantas personas. Uno de ellos era la Universidad de Tennessee, que refrendó sus habilidades a pesar de su escaso o nulo rendimiento como residente; los hospitales donde trabajó, que permitieron que renunciara y no lo denunciaron para evitarse demandas millonarias, no obstante las quejas de sus colegas; y la Junta Médica de Texas, que fue reticente a colaborar con la fiscalía por una razón de peso para ellos: hacía casi un año que venían recibiendo quejas contra Duntsch antes de su última cirugía, lo que permitió que dañara a veinte pacientes más.

Las fiscales Martin, Lambert y Shughart sostuvieron que Duntsch hizo todo lo malo que un neurocirujano podía hacer y que merecía la misma sentencia de por vida que les dio a sus pacientes.

En menos de una hora, el jurado declaró a Christopher Duntsch culpable de herir a propósito a Mary Efurd. La pena que se le impuso fue la de prisión perpetua y lo enviaron a la cárcel de Huntville. En diciembre de 2018, la pena del “Dr. Muerte” fue confirmada por los jueces del Tribunal de Apelaciones.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.