200 Años de la Autonomía Provincial: Por las huellas del federalismo santiagueño
Por el Lic. René Galván
Cuando los cabildantes santiagueños expresaron que no hubo amargura mayor que aquel día de 1814, cuando Santiago del Estero pasó a depender de Tucumán, depositaban en esas palabras un sentir genuino ante la decisión del director supremo Posadas. Al crearse la gobernación intendencia de Tucumán, nuestra provincia quedaba subordinada al gobernador Aráoz.
Estas decisiones inconsultas eran una constante en esos años en los que se había conseguido poner fin a un virreinato, pero también en los que el centralismo portuario continuaba vigente y pretendía consolidarse. La conformación de un Primer Triunvirato sin representación de los pueblos del interior, el rechazo a los diputados enviados por Artigas, uno de los padres del federalismo, fueron la antesala de la división administrativa tomada por Posadas en ese 1814.
En 1815, luego del intento separatista frustrado de Isnardi y Goncebat, Juan Francisco Borges, el patriota santiagueño de mayo, hizo gala de su espíritu rebelde y de sus ideas federales. El 4 de septiembre, Borges fue elegido gobernador provisorio de Santiago del Estero. Este era el primer grito de soberanía popular de una provincia llamada a ser ejemplo de federalismo en la región.
Que ese primer intento revolucionario de Borges no funcionara, no significó que diera por terminada su gesta autonomista. En diciembre de 1816 un segundo intento secesionista, enfatizaba que en nuestra provincia el germen del federalismo popular iba a ser una constante en su historia.
Al fusilamiento de Borges le siguieron años de “gemir de torcazas”, como dijo el poeta Dalmiro Coronel Lugones. En 1819, los santiagueños juraron sin mayores cuestionamientos una Constitución centralista. En 1820, cuando la República del Tucumán comenzaba a tomar forma, las tropas enviadas desde Tucumán, pretendieron imponerse nuevamente a la voluntad disidente de algunos líderes santiagueños.
La humillación al pueblo santiagueño culminó en 1820. El talento militar de Juan Felipe Ibarra, ciudadanos comprometidos y el apoyo popular se articularon para expulsar a las tropas tucumanas en aquella gloriosa Semana Santa de 1820. El cenit de la voluntad soberana de los santiagueños se materializó finalmente el 27 de abril, cuando la asamblea estableció que Santiago del Estero se constituía desde ese momento en “uno de los territorios unidos de la Confederación del Río de la Plata”.
Juan Felipe Ibarra demostró que, eso que algunos historiadores llamaron “anarquía” del año 20, no era otra cosa que la materialización de la capacidad y el derecho de las provincias a autogobernarse. Firme se mantuvo el caudillo del Salado defendiendo los intereses de la provincia por más de 30 años. Quizás presentía que, a su muerte, batallar por los intereses federales iba a ser recurrente para las provincias.
¿Por qué las luchas por el federalismo durante tantos años en nuestra historia? ¿Por qué levantar las banderas del federalismo hoy desde aquí? Porque el federalismo tiende a la libertad, pues divide al poder. Porque la figura del ciudadano cobra fuerza y es la mejor manera de coordinar lo uno con lo diverso. En una federación todo el tiempo hay que armonizar diferencias, mientras que, en los sistemas centralistas resulta difícil hacer escuchar las voces desde la periferia.
A 200 años de aquel día glorioso para nuestra historia, anhelamos que la bandera provinciana, impregnada de rojo federal sea testigo de nuestra vocación popular y soberana. Porque a eso hemos sido llamados, y a eso debemos responder, por la memoria de los que nos precedieron, por la esperanza de nuestros hermanos y hermanas santiagueños y por el compromiso con las generaciones futuras.